"Había una vez un niño, Elso, que nunca dejó de crecer. Seguía soñando con el cuento de las hadas y el mago. A sus 66 años, la sociedad hubiera creído que la vida lo trataba muy bien puesto que había conseguído todo lo que quería a lo largo de su trayectoria como profesional y empresario. Sin embargo, hasta el momento no había llegado a conocerse a sí mismo al punto de explicarse el por qué del vacío que sentía. Seguía viviendo la vida, pero de una manera rutinaria. No lograba encontrar la felicidad y no se explicaba por qué.
Un día decidió tomarse un descanso y salir a meditar por el malecón recontraestratoforniculatarioso de la ciudad. Reflexionaba de lo que tenía y llegaba a la conclusión de que cualquier ser pensante podía lograr las cosas que él había logrado. Luego, empezó a pensar en lo que no había logrado satisfacer en su vida y en las personas que tenían - o por lo menos demostraban tener - aquello que a él le faltaba, a quienes ubicaba en un pedestal. Aludía a que estas personas habían nacio con un don especial o predestinadas para ser felices. Veía a otras personas que caminaban por el malecón, algunas en familia, otras en pareja o con su mascota. En fin, Elso veía la felicidad de las personas a su alrededor y no podía comprender el motivo de su infelicidad.
Para esto, Elso se había casado a la edad que él consideraba ideal, 33 años. Lo hizo con una chica que conoció en la infancia, pero con quien recién mantuvo una relación muchos años después, cuando trabajaba en una transnacional importante. Se acuerda claramente que se casó con esta chica, a pesar de su amor platónico hacia otra. Se preguntaba si hubiera sido mejor dejar a su actual esposa y arriesgarlo todo por su Venus de Milo. Esa pregunta no podìa tener respuesta ya, pero Elso pensaba que le hubiera faltado valor para hacerlo. Era una desición que también lo podía llevar a arruinarse la vida y la vida de su actual pareja, quien era muy preucupada por él. Ella siempre estaba con él en los momentos importantes, malos o buenos, y al tanto de sus necesidades y obligaciones. Por lo tanto, Elso veía en ella una mujer incondicional y buena quien sin embargo, por algo inexplicable para él, no lograba darle la felicidad que él buscaba.
Desde entonces, Elso viene con ese vacío dentro. Han pasado años y la carga emocional ha aumentado en lugar de disminuir. Lamentablemente para él, su Atenas ya había formado una familia con quien se veía muy feliz y a la que él solo conocía por fotos. Sin embargo, dentro de él sentía una alegría asolapada por la felicidad de aquella mujer...
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¿Vale la pena arriesgarlo todo en busca de un amor platónico o es preferible dejar que la vida transcurra y quedarse con un bonito recuerdo, con lo cual se reducen las pobabilidades al mínimo?"
Gordo Jonás.
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