Érase una vez un descalzo con muchas ganas de tener unos nuevos zapatos. Estas ganas no nacían de un gusto sino de una necesidad. A James le encantaba caminar y correr y había desarrollado tal nivel de callosidad que esta se había desprendido, lo cual permitió que James vuelva a tener pies normales. Ahora james sufría todos los días para volver a recuperar la resistencia perdida y es así que decide ir a la ciudad y descubre que las personas usaban aquellos elementos denominados zapatos.
Luego de pasar un período de adaptación y comprender algunos códigos de conducta, esta persona llegó al norte del país, donde empezó a desarrollar algunos trabajos de rigor. Gracias a sus únicos zapatos, sus pies pudieron resistir la abrasión y otros daños generados por los trabajos que realizaba. Poco a poco empezó a recuperar la callosidad que tanto anhelaba recuperar. Se dedicó a trabajar duro y parejo en el norte del Perú y desarrolló muy buenas amistades y relaciones en general. Es así que pudo entrar a un círculo de poder en el cual le dieron la oportunidad de surgir y estudiar una profesión esotérica, cuyo fin era ser capaz de engañar a cualquier individuo y lograr sus objetivos. Terminó sus estudios en menos tiempo del indicado, no por habilidad, pero por las lecciones aprendidas y se desplazó a la capital para buscar mejores oportunidades y procurar un mayor crecimiento callístico.
Al llegar a la temida capital, se da cuenta de que estaba rodeado de una vida más sofisticada y una cultura un poco más abierta, en la cual habían nuevos géneros, que no había visto antes. James empezó a usar gel para peinarse y pantalonetas para ir al gimnasio. Empezó a llamar "mariposa" o "nena" a sus compañeros de trabajo y a pedirles que se entregaran, cantando una canción asolapada del famoso Luismi. Este peronaje no podía encubrir más sus deseos ambidiestros. Es así que luego decide irse a un país lejano, en el cual podía expresarse libremente y desatar su verdadero yo.
Sin embargo, un día que salía de ducharse, lo cuál hacía con frecuencia de 2 veces a la semana, se miró los pies y se dió cuenta que tenía dos ollucos que lo hacían ver como un primitivo en vez de como una persona delicada que era. Es así que decide ir al cirujano para reducir el tamaño de sus pies. El cirujano le indica que para eso era necesario perder los dedos pulgares que ya habían abarcado la mitad de sus empeines. Sin dubitar, James, o ahora Jeimy, decidió cortarse los dedos y enseguida programó su cirujía.
Es así que Jeimy logró recuperar pies de tamaños normales y salir al mundo a mostrarse en sandalias y dedos ortopédicos.
Dedicado a JR, quien solía tener quemaduras excesivas en los empeines debido al sol y a solicitar cremas antinflamantes cuando iba de visita.
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