jueves, 22 de octubre de 2015

La verdadera esencia de Benito

Smithers, tal como lo nombra nuestro estilista y experto en corte y confección traído directamente desde tierras motupanas, había sido un ser despreciable en su etapa anterior de vida. Así lo confirmó Orly, quien soltó información muy preciada durante una cháchara bucólica acompañada de una pizza hawaiana y vino corriente en la ciudad elevada. Era tal el maltrato que Orly llegó a perder el sentido del equilibrio y ahora no puede mantener la línea recta, lo cual causa algo de angustia al tratar de evitar sus golpes al caminar. Sin embargo, su descripción de tal ser felino no cuadraba con el ser benévolo que yo había conocido. Es innegable que conservaba ciertos rasgos asolapados de fiera, pero no era para nada el monstruo de 3 cabezas del que había escuchado en los Andes. Quise investigar más allá pero la información me fue negada..

Grandilocuente y blasonador son las palabras perfectas que menos describen al engreído de don gato. En segundo plano podrían usarse petulante y jactancioso como otros adjetivos contrarios a los de el ser descrito. Era más bien benévolo y adulador, sincero y humilde, inocente y crédulo. Una especie de misticismo lo vestía en forma de Aura color amarillo, la cual pude vislumbrar luego de una ligera cerrada de ojos con 1.75 de miopía. Un Aura de purificación que daba indicios de un pasado oscuro pero un presente sincero. Solo habían dos opciones: la primera que se había dado por vencido y la segunda que había ganado su confianza. Lo interesante es que empecé a percibir cierto nivel de admiración de su parte. Tal vez por el hecho de algún comentario traído desde alguna literatura o por alguna palabra pronunciada de modo lento y profundo por alguna neurona y proyectada a partir de mis ojos y percibida por los suyos. Una especie de telepatía sin fundamento científico y practicada a partir de alguna lectura antigua conservada en formol en algún rincón de mi barco.

No fue hasta hoy que tuve una pista de que era lo que podía ocasionar tal grado de respeto hacia mi persona: la práctica de la ética a cabalidad. Ni mucho, ni poco. Ni grande ni pequeño. Ni caro ni barato. Ni uno ni otro. Ni lejos, ni cerca, buscando siempre lo bello en la virtud, a pesar de muchos errores. Tal hecho fue comprobado al escuchar un comentario suyo, luego de una estampida matutina, sugiriendo que quien creía era su mano derecha había faltado a la verdad, como aquel hombre que dijo que llegó a la luna pero nunca lo hizo. Lo dijo con una cara de decepción y resignación, pero disfrazando lo negativo con una sonrisa burlesca. En ese momento até todos los cabos y se prendió una luz al final del túnel del misterio, como si Benito hubiese encontrado a don gato al final del alcantarillado de la calle capón..

Es hoy que comprobé el nombre que siempre trató de decirme que era el suyo pero que nunca llegó a pronunciar por su amnesia voluntaria, que nunca pude encontrar por no prestarle la atención debida y por despreciar comentarios sin sentido según mi razón. Es hoy que entendí el por qué de tal frecuencia de pestañeo. Es hoy que encontré el verdadero nombre de tal servil ser reencarnado en Benito: Diógenes de Sinope.

..No hay nada que se compare a la belleza del alma. El sentimiento al descubrir la verdadera esencia de Smithers fue muy parecido al que cualquier persona magnánima puede sentir al, por ejemplo, ver este video:

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